Casa del lugar

La Casa del Ayuntamiento, Casa de Concejo o Casa Lugar es un edificio cuyos orígenes están a finales del XVI. Debido al grave peligro de hundimiento que presentaba, recientemente se ha reconstruido la crujía delantera que albergaba la lonja y sala de concejos, lo cual, si bien ha modificado en parte algunos de los aspectos arquitectónicos del edificio, también está permitiendo recuperar tanto una como otra dependencia.

Actualmente la Casa Lugar es el resultado de un conjunto de obras que durante siglos ha sufrido el edificio. Todavía quedan por resolver algunas cuestiones arquitectónicas que dotarán al edificio de un nuevo aspecto, como la escalera de acceso desde la lonja a la sala de sesiones, o el descubrimiento de las fachadas de la crujía trasera, donde provisionalmente se han instalado la secretaría, alcaldía y guardería. No obstante, poco a poco se ha ido recreando en la medida de lo posible el aspecto más próximo a lo que en tiempos debió de ser el edificio, acomodando los espacios a las necesidades actuales.

El edificio está construido con piedra de mampostería caliza, y recercados de vanos y esquineras de piedra arenisca rodena. Originalmente la mampostería era muy menuda por lo que se encontraba revocada con mortero de cal. Hay que señalar que en buena parte el estado ruinoso en el que se encontraba el edificio se debió a la escasa calidad de los materiales, especialmente de la mampostería original. También existían graves problemas estructurales pues los cimientos eran muy someros y causaron el acusado desplome que fue sufriendo el edificio poco a poco.

El edificio consta de dos crujías que llamaremos sur y norte. En la crujía sur se encuentra la fachada principal, en la que se muestran dos arcos rebajados de piedra rodena separados por un paño de muro en el que se luce una cruz de calvario, único emblema que presentaba originalmente el edificio y que estuvo oculto mucho tiempo bajo la torre del reloj. Tanto la morfología de los arcos como la original disposición de los mismos separados por un muro, y no unidos por una columna o pilar central, confieren al edificio un aspecto arcaizante. A través de los arcos se accede a la lonja, en la cual, en la pared de enfrente, se encuentran dos portadas adinteladas casi gemelas de piedra rodena. En la lonja por el momento se ha construido un poyo corrido, y se ha tratado de recrear el cielo de revoltones, aunque ya con materiales de hormigón posteriormente revestidos de madera y yeso.

La planta de arriba de la crujía sur estuvo ocupada íntegramente por la sala capitular, la cual poseía una mínima decoración de revoco, con algunos entramados basados en pilares dotados de zapatas embebidos en los muros. En la actualidad la planta alta se encuentra en obras, y en ella previsiblemente se volverá a ubicar el salón de plenos. Antiguamente se accedía a ella por una de las dos portadas del interior de la lonja que daba a una caja de escaleras ubicada en la crujía norte. La puerta de la sala capitular quedaba en el centro del muro norte de la misma.

Como iluminación de dicha sala se abrían al mediodía, sobre los arcos, dos ventanas cuadradas con recercados rodenos, y alfeizar moldurado sustentado por sillares. Estas ventanas aparecen íntegras en fotografías de los años 1950, sin embargo, la apertura de un balcón en la parte de poniente, y la remodelación de vanos en la parte de saliente en años sucesivos acabaron haciéndolas desaparecer. En la reciente obra se ha optado por dejar dos balcones que dan a una galería corrida. Hay que decir que los recercados de dichos balcones están fabricados con los restos de las piedras del antiguo pilón de la fuente de la Plaza.

La fachada se remata por la torreta del reloj, cuya disposición y molduras están inspiradas en el reloj anterior de hormigón que databa de 1925, si bien ahora se ha optado por reconstruirlo con piedra rodena. La crujía norte está ocupada actualmente por la farmacia y un almacén municipal en su planta baja, mientras que en la planta alta se encuentran las mencionadas dependencias de secretaría, alcaldía y guardería. En épocas anteriores la planta baja estaba ocupada la carnicería del concejo, un almacén para pesos y medidas y un calabozo, mientras que la alta tuvo varias funciones: pósito de grano hasta mediados del siglo XVIII y escuela y vivienda de maestros hasta 1968.

La Casa Lugar de Alustante no es, ni mucho menos, un edificio de tipología aislada, como tampoco lo fueron los factores que condujeron a su construcción. Ya desde 1480 está ordenado en Cortes que los concejos de lugares, villas y ciudades de la Corona de Castilla y León tengan “casas grandes y bien fechas en que se fagan sus ayuntamientos y concejos”. Esta normativa estaba orientada a sacar las reuniones civiles del interior de las dependencias de las iglesias, tales como coros, pórticos y cementerios (ubicados normalmente en los atrios), utilizados en la Edad Media para tales fines.

Y es que durante esta época, tanto en ciudades como en las comunidades aldeanas de todo el occidente europeo, se observa la costumbre de reunirse tanto en el exterior como en el interior de los templos parroquiales para la celebración de diversos actos civiles: reuniones concejiles, audiencias, juicios e incluso bailes, y en los pórticos y cementerios, juegos y mercados. Y es que las iglesias, aparte de ser edificios construidos por los pueblos, eran los más capaces y dignos de cada ciudad, villa o aldea. Por otro lado, no debe de extrañar esta asociación entre comunidad civil-comunidad parroquial, ya que en la mentalidad medieval eran una misma cosa. Así pues, aunque el mandato de Cortes comenzó a aplicarse más o menos pronto en los ámbitos urbanos (Molina parece contar ya con su Casa de Ayuntamiento en 1489), es probable que no tuviera efecto inmediato en los ámbitos rurales.

Todavía a mediados del siglo XVI se está cuestionando por parte de la Iglesia diocesana de Sigüenza la presencia de actos civiles en las parroquias, y así en el sínodo de 1566 se ordena “que de aquí en adelante no se hagan concejos ni ayuntamientos en las iglesias ni cementerios, ni en los domingos ni fiestas antes de missa mayor, so pena de doscientos maravedís para la fábrica de la yglesia”.

No obstante, estos usos siguieron manteniéndose y un siglo después otro Sínodo diocesano volverá a prohibir la celebración de bailes, mercados, juegos de pelota, concejos y audiencias en los portales de las iglesias.

Aparte de los mandatos y prohibiciones de Estado e Iglesia, se apunta un factor importantísimo a tener en cuenta para comprender el surgimiento de este tipo de edificios civiles, que es el despertar de un orgullo comunal que venía observándose en las principales ciudades del occidente europeo desde la Edad Media y que va extendiéndose poco a poco a los ámbitos rurales, imitando a sus capitales, a medida que las aldeas van adquiriendo ciertas competencias que las alejan de su condición de meros barrios de villas y ciudades cabeceras del territorio donde radican. De este modo las casas consistoriales, las torres parroquiales (todavía financiadas por los pueblos) y las lonjas, se convierten en edificios emblemáticos que materializan el amor que sentían estas gentes hacia lo comunal.

Efectivamente, no sólo la Casa de Concejo sino también la lonja será un elemento importante en este fenómeno. El surgimiento de las lonjas (muchas veces integradas en los edificios municipales) es un fenómeno urbano mediterráneo que acaba extendiéndose por casi toda Europa. Del mismo modo que unos siglos atrás se trataba de construir imponentes templos religiosos, a fines de la Edad Media y comienzos de la Moderna se comienzan a hacer suntuosas lonjas en las principales ciudades de la Corona de Aragón como Barcelona, Valencia, Zaragoza, Teruel, Alcañiz, etc.

No obstante, es a lo largo de los siglos XVI y XVII cuando se extienden este tipo de edificaciones, aunque de fábrica más modesta y normalmente formando parte de las casas consitoriales, por el ámbito rural de Aragón, Cataluña y Valencia, en las que básicamente se repite una misma disposición de dependencias: dos crujías, la delantera posee la lonja abierta en la planta baja y salón de sesiones arriba, mientras que la trasera suele estar ocupada por un depósito de presos, carnicería pública y algún almacén abajo, y arriba por dependencias de variado uso, como archivos, graneros públicos, etc. En todo caso, lo que se pretende con las lonjas es prolongar el espacio público de una plaza al interior de un edificio municipal, o dicho de otra manera, “en este espacio protegido, nunca tienes sensación de estar fuera de la plaza. Al contrario. Te encuentras claramente dentro de ella” (Calduch (2000), 169).

De este modo surgen estos edificios polifuncionales en muchos pueblos, entre los que podemos destacar, por su cercanía, Villar del Cobo, Orihuela, Monterde, Pozondón, Terriente, Moscardón (en la Comunidad de Albarracín); Almohaja, Villar del Salz (en la Comunidad de Daroca); en Santa Eulalia, Aguatón, Cella (Comunidad de Teruel). En el Señorío de Molina, por su cercanía a Aragón, se tienen documentadas lonjas en Orea, Checa y Alustante; en todo caso aquí, la mayor parte de los pueblos (Castellar, El Pobo, Campillo, Hombrados, Tordesilos, etc.), aunque con acceso por una sola puerta que quedaba cerrada por la noche, poseían amplios zaguanes a las entradas sus Casas de Concejos que desempeñaban las mismas funciones que las lonjas.

Desde 1571 se poseen noticias acerca de la existencia de una Casa de Concejo en el lugar de Alustante. La referencia a ésta se halla en el Libro Primero de Fábrica de la Parroquia de Alustante y se trata de la subasta del arriendo público del molino de Cirujeda, perteneciente a la Iglesia. También en el Libro de la Cofradía del Santa Catalina, en sus ordenanzas de 1647, se encuentra la referencia de la celebración de las colaciones o comidas de hermandad en la sala alta de la Casa de Concejo, “porque es más útil y más dezente que en otra nenguna”. Este hecho hace pensar que dicha costumbre podría estar vigente en el siglo XVI ya que estas ordenanzas están copiadas “conforme el libro viejo” de la dicha cofradía, un libro hoy desaparecido pero que, del mismo modo que la imagen y capilla de Santa Catalina, debía de datar de aquella época.

Para comprender el surgimiento de una Casa Lugar en esta aldea hay que tener en cuenta algunos aspectos sociales y políticos que se dan en esa coyuntura alcista. Aunque Alustante no logró hasta la caída del Antiguo Régimen eximirse de la jurisdicción de Molina, a fines del siglo XVI es el principal núcleo de población aldeano de todo el Señorío de Molina con 147 vecinos, seguido de Tortuera con 129, Milmarcos con 125 y Torrubia con 114. El concejo parece estar en este momento viviendo uno de los periodos más dinámicos de su historia habiendo sido capaz de financiar, al menos en parte, las obras de la iglesia y de la torre. Además es el pueblo cabecero de la sesma de la Sierra en las Juntas Generales de la Tierra de Molina, distrito al que se denomina en ocasiones “sesmo de Allustante”.

Por otro lado, no hay que perder de vista dos factores sociales y económicos para comprender esta situación: por un lado, la presencia de una clase ganadera muy potente que liderará la sociedad aldeana local hasta el siglo XIX y, por otro, el paso por dicho pueblo de la vía que comunicaba Albarracín y Teruel con Molina, radicando en Alustante uno de los puertos secos más rentables del Señorío. Especialmente este último factor implicaba un cierto trasiego mercantil que siempre necesitaría un espacio para la compraventa. No es de extrañar, pues, que en el siglo XVI este concejo aldeano decidiera construir su propia sede para las juntas del lugar y celebración de pequeños mercados, abandonando los viejos usos de reunión en el cementerio-atrio e incluso en el interior de la iglesia, usos éstos que permanecerán vivos en muchos lugares de la jurisdicción de Molina hasta bien entrado el siglo XVII y quizá más allá.

Aparte de los ayuntamientos y mercados que se pudieran celebrar en la Casa, también ésta servía como local para la celebración de fiestas y bailes populares. Así, se tienen varias noticias documentales que nos hablan de esto; una de ellas es la del contrato del gaitero Láçaro de Belinchón, vecino de Alustante, quien en 1674 se compromete a tocar la gaita en la Casa de Concejo después de las comidas de las festividades locales durante dos o tres horas. Asimismo, para celebrar el nacimiento de los infantes Carlos y Felipe, hijos de Carlos III, en 1783 se juntaron en la Casa de Concejo (llamada también del Cabildo) “los señores rexidores, diputados y procurador y se estuvo tocando la música que se estila en este lugar y haziendo luminarias públicas, y en este tiempo se estuvieron doblando las campanas dando muestras de alegría”.

Además, en el inventario de bienes raíces del lugar realizado en 1699 se hace referencia, en primer lugar, a la posesión por parte del Concejo de “una cassa solariega donde está el pósito real y la cárcel y carnecería y juego de pelota”, con lo que la polifuncionalidad de la Casa de Concejo queda ampliamente demostrada. El mobiliario de estas instalaciones concejiles (sala de sesiones, lonja, cárcel, carnicería, pósito) era mínimo, lo cual se muestra en un inventario de 1733 donde en la Casa sólo existen:

“un peso de cruz grande con arroba de yerro, otro pequeño de pesar la carne con sus pesas de yerro, tres libras, una libra y media libra y cuatro onzas, un cuchillo grande de descuartizar, una acha de cortar la carne, unos garfios de yerro…, mas una arca nueba con su llaue…, media arumbre y quartillo de arambre buenos, mas un yerro que es una A para las bacas errar, mas unos grillos con sus echaduras de yerro, mas unas esposas nuebas…, mas compraron siendo mayordomos Juan de Lahoz Malo y Domingo Ximenez Malo un pesso grande de ierro con un quintal de quatro @ con sus balanzas de madera i aforradas con dos barretas de ierro”.

A partir de 1743, y debido a un acuerdo entre la Parroquia y el Concejo para la instrucción de los niños del lugar en las primeras letras, se decide la construcción por parte de la Iglesia de un órgano que tocaría un organista que al mismo tiempo sería sacristán y maestro de escuela pagado por el Concejo. Este hecho debió de significar el traslado del pósito de grano a un edificio cercano, situado en la actual calle de la Iglesia nº 1, utilizándose el antiguo pósito antiguo como escuela y muy posiblemente para vivienda del maestro.

No obstante, a fines del siglo XVIII la Casa Lugar, desconocemos en cual de sus partes, se encuentra muy deteriorada, esto unido a la calamitosa situación económica en la que se encuentra la institución concejil del lugar hace que se lleguen a acuerdos como el que se transcribe a continuación:

“En el lugar de Alustante en tres días del mes de octubre de mil setecientos ochenta y dos, estando en la Casa de Ayuntamiento se tubo por bien el que, en atención a estar la Casa de Concejo hundiéndose, tanto que el morador que ai en ella no puede habitar y que de echo se va de ella si no se compone, por tanto todos los señores de Ayuntamiento resuelven el que las dos portadas que ai en el medianil, se pongan en publica subasta y se rematen al mayor postor para reparar la dicha Casa, pues no ai fondo ninguno para dicha obra”.

Este acuerdo se encuentra barrado y al pie del mismo la nota: “no tuvo efecto”. Dicha noticia documental, que fue hallada unos años antes del comienzo de las recientes obras de reconstrucción del edificio, advertía de la existencia de dos puertas en el medianil de transición de una a otra crujía, accediéndose a ellas por la lonja, realizadas en piedra de cantería y que, efectivamente, reaparecieron en los primeros días de las obras, en julio de 2005, justo detrás de lo que había sido la pizarra de la escuela posterior. Cabe suponer que uno de los accesos daba a la planta baja del cuerpo trasero, ocupado muy probablemente por la carnicería, y un segundo acceso desde el que se subía a las dependencias del pósito y a la sala de sesiones por una caja de escaleras que se encontraría en el espacio que hoy ocupa la farmacia.

Algunos años después (1784) se observa el nombramiento de un procurador del Concejo para ir a Cuenca, capital hacendística de la que dependía este lugar y todo el Señorío de Molina, para pedir créditos a fin de reparar la Casa. Poco después se hallaba en el contrato del maestro-sacristán una alusión a la ampliación de la habitación de éste y de la escuela de niños.

En 1828 se pone de manifiesto por parte del maestro de escuela, D. Vicente Prudencio Bacho, “la grande premura y estrechez con que están los niños en la escuela por su poca capacidad”, por ello solicita que se haga un “estudio” en el trinquete, o sea en la lonja, lo que implicaba su cierre. Sin embargo, aunque en este acuerdo se señala que “acto continuo se pasó a dar principio a la obra”, ésta debió de tardar alguna década en concluirse, de modo que la descripción que se hace de la Casa lugar de Alustante en el Diccionario de Pascual Madoz (1849), debió de tomarse en una encuesta anterior a marzo de 1847 ya que en este año se indica que sólo falta la tarima y las mesas y que “todavía no está enjuta la obra de mampostería”, lo cual podría ser perjudicial para la salud de los niños.

Al quedar cerrada la entrada del Ayuntamiento por la escuela, se optó al parecer por dejar como acceso principal del Ayuntamiento una puerta recientemente descubierta en la parte posterior del edificio; se trata de lo que debió de ser la puerta de carga y descarga de grano del pósito. Sin embargo, esta puerta debió de crear algún problema para el uso interior del espacio y más tarde se decidió añadir un pequeño cuerpo cubierto en la esquina nororiental del edificio para alojar una caja de escalera que en adelante será el acceso a la planta alta.

De todos modos en vísperas de la realización de esta obra Madoz (su corresponsal) describe el edificio del siguiente modo: “forma uno de los lados de la Plaza de la Constitución, es antigua, tiene un gran patio llamado Lonja, que sirve de reuniones populares y juego público de pelota, en el piso alto se halla la sala de sesiones, habitación para el maestro de escuela, sala para los niños y cárcel incómoda y poco segura”.

Aunque se debió de tratar de un problema aparente ya en el siglo XVIII, el desplome de la fachada meridional es un hecho que comienza a tenerse en cuenta de nuevo desde principios del siglo XX, hecho que se traslada a las actas del Ayuntamiento. En el acta de 5 de julio de 1925 se observa el acuerdo de derribar “600 pinos del monte Realenco y llevar a efecto la subasta con remate en la cantidad de 4.015 pesetas para dotar a la población de un reloj bueno, pues el actual es inservible”. Sin embargo, la compra de un reloj, aparentemente ajena al desplome de la fachada, tiene una relación muy estrecha; así, en la sesión de 1 de noviembre de 1925 el alcalde, D. Baltasar Pérez Sánchez, expone:

“que era preciso practicar una transferencia de crédito para terminar y pagar la obra de refuerzo de la Casa Consistorial (…) para afianzar la pared del mediodía de la Casa Consistorial que al mismo tiempo sirve para la colocación del reloj, y faltando todavía para el pago total de la obra 802 pesetas la Corporación acordó practicar en su vista la expresada transferencia de crédito destinando de esta cantidad 500 pesetas”.

Más adelante, se califican de “pura necesidad” las obras de “contención” de la fachada sur del Ayuntamiento. El resultado fue la construcción de una torre reloj de hormigón y piedra revocada de cemento que, se ha mantenido en pie hasta el mes de noviembre de 2001.

Un aspecto que ha quedado sin resolver es la desaparición del arco izquierdo de la lonja, pues, si bien el derecho (el más cercano a los jardines de la lonja) estaba completo, su compañero tan solo conservaba uno de los arranques y fue necesaria su reconstrucción. Se habló de la venta del mismo en los años 1950; no obstante, en el momento de la demolición se encontraron partes del mismo en la cimentación de toda la parte de poniente, con lo cual cabe la posibilidad de que se hundiera toda esta parte en algún momento y que las piedras se aprovecharan para cimientos.

La Casa Lugar de Alustante es pues un edificio que ha sufrido multitud de transformaciones, pero que en esencia ha mantenido durante siglos unas funciones civiles que lo han dotado de un simbolismo innegable, especialmente en su ubicación. El emplazamiento de la Casa es el centro de una gran plaza que, según el arquitecto Cervera Vera, sería originaria plaza mayor del pueblo. Así, las plazas de la Lonja (antigua Constitución), del Castillo, y la placeta delantera del Ayuntamiento serían, por lo tanto, un inmenso espacio que fue ocupado en su centro por el edificio.

Por otro lado, se emplazó entre los dos barrios fundacionales el del pueblo: el Cerro y el Castillo, quedando comunicado su acceso desde la nueva plaza (actual plaza mayor) por la calle de la Iglesia, que sirve al mismo tiempo de espacio para permitir cierta focalidad. A esto hay que añadir su ligera elevación sobre el caserío del lugar y la magnífica situación con respecto a la torre. Así pues, todos estos factores hacen de este edificio un singular ejemplo de construcción civil que merecía ser rescatado del olvido y, eso al menos, se ha intentado.