Historia

La historia de Alustante, como la de tantos otros pueblos del Señorío de Molina, al menos desde la Edad Media hasta mediados del siglo XX, está condicionada por la ganadería, la emigración temporal a Andalucía durante los meses de invierno y la frontera castellano-aragonesa.

De las épocas prehistórica y protohistórica, se encuentran localizados a día de hoy numerosos yacimientos que irían desde el Neolítico en el cerro de las Fuentes a época medieval en puntos como Santa Catalina o Cirujeda. Asimismo, se encuentran varios poblados de las Edades del Bronce y del Hierro que devienen en asentamientos celtibéricos de tipo castro en áreas como el Castillejo, la Cuesta de Tordesilos o el cerro de Castildelobos. También se da la existencia de pequeños asentamientos romanos como el de las Fuentecillas, en todo caso muy destruido por usos posteriores del suelo.

El periodo visigodo no se halla localizado en las prospecciones llevadas acabo hasta ahora, sin embargo, cabe la posibilidad de que existiera una continuidad de poblamiento en algunos de los asentamientos previos.

Ya en época medieval se comienzan a tener noticias de esta aldea, dependiente hasta principios del siglo XIX del concejo de Molina de Aragón. Parece ser que sus orígenes medievales se encuentran en un pequeño vico creado alrededor del castillo que al mismo tiempo funcionaba como torre parroquial. A finales del siglo XIII (1293), Alustante es nombrado en el testamento de la condesa Dª Blanca Alfonso, quinta señora de Molina y Mesa, y ya en 1353, aparece Alustante en una relación de rentas eclesiásticas de la Iglesia de Sigüenza como la parroquia aldeana del arciprestazgo de Molina con mayor número de beneficios. En el siglo XV los vecinos de Alustante intervienen activamente en los asuntos del Común de aldeas de Molina, institución fundada a mediados del siglo XIII con el fin de equilibrar el poder feudal que ejercía Molina el centenar de aldeas de su término, meros barrios suyos. Es de destacar la intervención de Sancho Lópes de Alustante como procurador del Común en el deslinde de la tierra de Molina y la de Albarracín entre 1402 y 1407.

En el siglo XVI Alustante crece considerablemente, tanto demográfica como económicamente, crecimiento producido por un incremento del comercio lanero desde la segunda mitad del siglo anterior. Muestra de este esplendor es la magnífica iglesia renacentista. Sin embargo, es necesario decir que la dedicación a la lana y a la ganadería trashumante estaba controlada por una minoría enriquecida, lo cual suponía que la mayor parte de la población del común de la aldea eran pequeños propietarios labradores y criados de estos verdaderos magnates del ganado.

Una de las familias más poderosas del pueblo fue la de los Lahoz, al parecer proveniente de las montañas vascongadas, la cual controló durante los siglos XVII y XVIII los cargos de la sesma de la Sierra del Común de la Tierra de Molina. De esta familia se conserva la casona de los siglos XVI y XVII ubicada en el centro del pueblo. También se encuentran algunas familias hidalgas en esta época como los Rosillo de Lara, cuyos miembros más destacados fueron los hermanos Juan y Cristóbal, ambos abogados de los Reales Consejos en las primeras décadas del siglo XVIII.

En estas épocas la economía del pueblo llano se basaba, aparte de una economía agraria basada en el minifundio, en los aprovechamientos comunales de las dehesas de Arriba o  Somera, de Abajo o Bajera, así como del prado de los Quiñones o Esquiñones, las cuales proporcionaban al vecindario leña, pasto para los animales de yunta y madera para reconstrucción de sus casas. Por otra parte, a partir del siglo XVIII, el pueblo contó con un prado comunal a las afueras del pueblo denominado Eras de Juan de Lahoz, hoy desaparecido. Del siglo XVIII también era la fuente de la plaza mayor, curiosísima obra del arte popular en la que destacaban las armas del común y concejo de Alustante, dos leones sosteniendo a un caracol, y dos caños en forma de cabeza de toro. También esta fuente desapareció en los años 1960.

Durante el Antiguo Régimen el común y concejo de Alustante dependió del de Molina en el ámbito jurisdiccional, si bien en cuanto a los asuntos internos de la aldea poseía cierta independencia. El común y concejo estaba compuesto por la totalidad de los vecinos varones que a su vez representaban a las viudas; este concejo estaba presidido por dos regidores pedáneos.

En 1764 la Comunidad de la Tierra de Molina prohíbe, en los pueblos de mayor vecindario (entre ellos Alustante), la celebración de concejos abiertos como medida preventiva de los escándalos públicos que se venían registrando en ellos, e instituye en dichos pueblos Ayuntamientos de doce oficiales elegidos por insaculación, manteniéndose a los dos regidores como cargos principales, aunque esta elección seguía siendo supervisada por Molina.

Ya en el siglo XIX Alustante consigue la independencia del Ayuntamiento de Molina, constituyendo su propio Ayuntamiento y administrando totalmente los bienes de su término municipal. Los siglos XIX y XX son los siglos de los tratantes de mulas, actividad a la que a mediados del siglo XX se dedicaban alrededor del 30% de los alustantinos. Otra actividad que parecen surgir en esta época es la de la artesanía de lapiceros de pizarra, actividad que se prolongó hasta los años 1970 y cuyos productos se lograron exportar a Barcelona, Sevilla y Madrid. Aparte de estas actividades continuó la trashumancia a Andalucía, región a la que también marchaban los alustantinos temporalmente a trabajar a los molinos de aceite.

Otros puntos de emigración temporal durante los siglos XIX y XX eran el Sobrarbe, al carboneo, el Jiloca, al azafrán, los Monegros, a la siega, y ya en el siglo XX al Puerto de Sagunto (altos hornos) y Valencia, con motivo de la industria. El sostenimiento del pueblo pese a la emigración dio lugar en el siglo pasado al orgulloso y en cierta medida pretencioso lema del pueblo: «Alustante, que con pocos hay bastante».