Molino de viento

Hoy por hoy se desconoce el momento en el que se construyó el molino de viento de Alustante, ya que no existe documentación que acredite su antigüedad antes de la segunda mitad del siglo XIX.

La primera noticia documental que se posee sobre este edificio proviene del Nomenclátor de 1860. Según una tradición oral, que remite a la década de 1870, el molino estaba cercano a un área de pinar y los usuarios aprovechaban los viajes al molino para recoger leña. Pocos años después, en 1886, el Nomenclátor del Obispado de Sigüenza, señala que en Alustante «hay un molino de viento, que no funciona».

Hasta cuándo estuvo en pie, es otra de las incógnitas que plantea el edificio. Otra tradición habla de que las aspas se quemaron en el crudo febrero de 1917, por lo que es de suponer que poco antes pudo permanecer con caperuza, aspas y maquinaria.

El molino: ruina y reconstrucción
En una vista general del pueblo del fotógrafo Camarillo de 1934 la ruina del molino ya es reconocible. Durante años conservó dos paredones laterales, habiéndose hundido justo por donde tenía las puertas, una en dirección este y otra en dirección oeste. Si las aspas estaban funcionando en una puerta se podía utilizar la otra.

Conservaba además los huecos en las paredes donde apoyaban las escaleras y forjados y una canal cubierta con plomo de bajada de harina, posiblemente oculta. Asimismo se conservó una especie de trasfuego con salida de humos al exterior y restos de las piedras bóllega y de rebote en las que se asentaba el eje de las aspas.

En 1991 hubo una primera solicitud por parte del Ayuntamiento para declarar este edificio Bien de Interés Cultural (BIC), pero fue en diciembre de 2005 cuando se logra documentar la antigüedad superior a 100 años, dato indispensable para considerarse como tal. Una vez adquirida la declaración de BIC, la Consejería de Cultura de Castilla- La Mancha comenzó a estudiar las posibilidades de rehabilitación del edificio.

En octubre de 2006 comenzaron las obras de desmantelamiento del tejado construido en 1995 para proteger el edificio, y un año después se procedió al recrecimiento de paredes y construcción de ventanillos. En esta obra intervinieron todas las cuadrillas de albañiles del pueblo. Desde abril de 2008 comienzan las obras de carpintería. En julio de 2008 se procedió a la colocación de caperuza y aspas, y entre 2011 y 2012 se completa el proceso de colocación de maquinaria.

Tipología
Es muy difícil establecer una adscripción tipológica del molino dados los pocos datos materiales de los que se dispone sobre su aspecto original. Por el momento hay que decir que se trata de un molino de torre, como todos los que se conservan en la Cordillera Ibérica y Aragón, estructurado en degradación en dos cuerpos que se alzan sobre una base.

Tampoco hay que descartar su relación con los molinos manchegos. Teniendo en cuenta la existencia de migraciones temporales hacia el sur por parte de muchos vecinos del pueblo, este tipo de artefactos no eran desconocidos por los habitantes de estas sierras en el pasado.

Con todo, en el Señorío de Molina se sabe que existieron molinos de viento en Tartanedo (s. XVI) y en La Yunta. Asimismo, son cercanos los molinos de Ojos Negros (Comarca del Jiloca) y, aunque en ruinas, el de Jabaloyas (Sierra de Albarracín).

Otros molinos en Alustante
La construcción del molino de viento se debió a la insuficiencia de las corrientes de agua en el siglo XIX para mover de forma continuada los molinos de agua que existían en los términos de Alustante y Motos, y compensar con el viento el déficit hídrico que comenzó a experimentarse a partir del 1800.

Previamente habían llegado a existir hasta cinco molinos de agua en un contexto climático mucho más frío y húmedo, la llamada, a escala europea, Pequeña Edad del Hielo (siglos XV-XIX), que en esta sierra se traducía en más de ocho meses de conservación de nieve en los montes todavía finales del XVIII.

En 1480 se habla de un molino en el término de Motos, muy posiblemente el llamado con posterioridad molino de D. Marcos, en el río Gallo.

En 1502 se documenta en el área de la ermita de Cirujeda un molino de cubo, posiblemente de tradición andalusí, perteneciente a la Iglesia hasta su desamortización en 1844, pasando posteriormente a varios propietarios hasta el s. XX.

Debajo de éste existieron al menos tres molinos a finales de la Edad Media, los de Marco Gancho, Marco Ferrández y Martín Ferrández; en 1787 Francisco Sanz construye un nuevo molino en la zona, posiblemente aprovechando uno de los anteriores.

El último en funcionar fue el molino del Royo; los trámites para su construcción comienzan en 1806 pero no se pone en marcha hasta 1882, ya después del de viento; funcionó hasta mediados del siglo XX.