Durante siglos era común que la cal se fabricase en los mismos pueblos en los que luego se iba a utilizar, razón por la que es muy habitual hallar restos de caleras en muchos puntos del término. Tanto en Alustante como en Motos existe una amplia zona en la que predominan materiales jurásicos, calizas sobre todo.
Con este tipo de piedra se construían estas caleras que consistían en un pozo cubierto por un horno abovedado de piedra seca. Este era cargado de leña y aliagas en su interior y luego, durante dos o tres días, se debía mantener una temperatura constante de entre 900 y 1 000 grados.
Finalmente, se hundía la calera, bien por el propio proceso de calcinación de la piedra, bien por demolición de los operarios. Las piedras resultantes eran cal viva, que se machaba para su más fácil transporte. Posteriormente, de cara a su uso, se metía en agua, con lo que se consigue «cal apagada», lista para hacer mortero o enjalbegar.
Esta calera del camino de Orihuela, al parecer, no acabó de quemarse, y conservaba prácticamente enteras las paredes; únicamente ha sido necesario reconstruir la bóveda y limpiar los alrededores. Queda, pues, para ser visitada como un vestigio de un pasado todavía no muy lejano.